Puro teatro
¡Hoy sí que me volé la barda! Disfruto cada segundo de mi fechoría, más aún cuando, bien visto, podría presentarse como el pago a un par de doctores cuyos nombres omito por pudor. Ambos coincidieron en una tan sublime como desafortunada expresión: “Usted tiene mucha suerte ya que no tiene cáncer. Lo suyo afecta solo la piel, no lo va a matar”. Hombre, ¡pues qué afortunado soy!
Resulta que fui a pagar el recibo de la luz y como siempre, la oficina se encontraba llena a reventar. El cajero no me recibió el pago –faltaba o sobraba algo en el recibo- y me mandó a la cola de las aclaraciones. El número 99, ¡una hora de espera por lo menos! Señoras y señores muy bien educados aguardaban pacientemente sentados a que su número apareciera en el tablero digital.
Decidí entrar en acción. Sin decir agua va, me coloqué frente al grupo y les receté el siguiente discurso:
Permítanme robarles un momento de su valioso tiempo. Estoy afectado por un cáncer terminal, como se podrá comprobar por el color de mi piel y la respiración agitada. Necesito pasar a pagar mi recibo y no me es posible esperar por tanto tiempo.
Eso fue todo. Pasé directamente a la ventanilla ante la confundida mirada de los presentes. El cajero que antes me había rechazado recibió la instrucción de recibir mi pago y poco faltó para que me hiciera un descuento.
Cuanta razón tienen los doctores, en efecto, tengo mucha suerte.